Solo quiero ser feliz 

Meredith, Melbourne, Australia 2006 

Hace casi seis años que practico el Budismo de Nichiren Daishonin.
Antes de descubrir la práctica siempre andaba buscando respuesta a las grandes preguntas de la vida, el universo, y el resto de las cosas, pero las religiones y las filosofías que encontraba no sobrevivían al escrutinio al que las sometía, de modo que ninguna lograba convencerme de su validez.

A menudo pensaba que � suponiendo que existieran � yo era tan capaz de encontrar esas respuestas como cualquier persona, por eso me resultaba antipática cualquier religión que tuviera sacerdotes o líderes autoritarios. Me disgustaba la idea de que se colocara a alguien por encima de los demás; me parecía una insensatez. En cuanto al resto de las filosofías, o bien parecían pedirme que no fuera yo mismo, o bien parecían decir que yo era mala y que a menos que cambiara no sería bienvenida. Y todas me pedían fe sin aportarme pruebas. 

Hace siete años, cuando me divorcié, me fui de la ciudad y aunque tenía muchos amigos que me visitaban, no era feliz y me sentía sola. Algunas noches me dormía llorando diciendo �solo quiero ser feliz.� Ese era mi mantra, pero no tenía idea de cómo serlo y en aquella época realmente me odiaba y odiaba mi vida.

Una noche fui a un bar a oír música y conocí a un tipo llamado John. Todavía recuerdo sus palabras: �Si quieres ser feliz, entona Nam-mioho-rengue-kio.�
Sentí que algo me impactaba y entonces recordé que eso era lo que pedía con mi mantra: �sólo quiero ser feliz� Al principio no quería ir a las reuniones budistas pues no me parecía me daba un poco de mala nota, pero entoné con felicidad mi primer daimoku con John y un amigo suyo en mi casa, muerta de la risa. Para mi sorpresa, no sólo no reprendieron mi irreverencia sino que también se echaron a reír. 

Poco después fui a mi primera reunión en casa de Cliff y Michelle y me impresionó profundamente la amabilidad y calidez con que me recibieron los miembros. Michelle me saludó como si se reencontrara con una vieja amiga y recuerdo en especial que sentía como si me hubieran secuestrado los extraterrestres al verme sentada ahí en un cuarto rodeada de gente cantando Nam-mioho-rengue-kio. 

Cuando les di las gracias me dijeron �Agradécetelo a ti misma. Tú has hecho las causas para estar aquí.� Rápidamente se hicieron amigos míos y practiqué muy seriamente desde el comienzo. De inmediato note un cambio en mí. Ya no estaba negativa y ansiosa y empezaba a apreciar mi vida en vez de odiarla. Lamentaba profundamente las causas negativas que había hecho, pero sentía un profundo alivio porque ahora sabía que la responsabilidad era mía y que en adelante podía hacer buenas causas de manera consciente. Cada una de mis preguntas obtenía respuestas lógicas que además encajaban en el nuevo sistema de creencias que ya había empezado a descubrir gracias a mi espíritu de búsqueda. 

Y llegó el momento de la prueba real. Me hubiera gustado hacer una lista de los muchos beneficios, pequeños pero significativos, que he recibido, pero sobre todo he invocado simplemente para ser una persona feliz (que es precisamente en lo que me estoy convirtiendo). Si cantaba por un carro lo obtenía, si cantaba para que mi ex marido quisiera divorciarse, (no había hablado con él en 4 años y una vez entone para que pidiera el divorcio y lo pagara, ya que no tenía dinero) en dos meses él me llamaba y mi deseo se cumplía. Conseguí un trabajo estupendo a los pocos minutos � literalmente � de invocar para cambiar mi karma de trabajo (antes había tenido siempre jefes controladores y antipáticos, ahora tengo un trabajo fantástico en una universidad donde todos son amigables y me tratan con respecto). Logré todas estas cosas materiales y muchas más, pero de lo que realmente deseo hablar es de mi oración para cambiar mi karma de relación de pareja. 

Un día me senté delante de mi Gohonzon porque quería saber ardientemente donde estaba mi marido verdadero. Esto me condujo a entonar para saber si yo era una mala persona y la respuesta abrumadora del Gohonzon fue que no solamente no era mala si no que era bastante buena. ¡De hecho era una Bodisatva de la tierra! Para ese momento ya estaba llorando pero sintiéndome mucho mejor conmigo misma � era una buena persona de verdad.

Cuatro semanas más tarde, un buen amigo de uno de los que me dieron a conocer esta práctica estaba en mi salón diciéndome �quiero casarme contigo.� Para mí fue un shock tremendo, se trataba de alguien del Reino Unido que estaba de paso. Inmediatamente afloraron todos mis miedos. Después de cantar daimoku para ver con claridad, me di cuenta que eso era lo que había pedido, pues sabía que la relación que necesitaba era con alguien que también practicase el budismo de Nichiren Daishonin, que es el eje de mi vida. 

Este hombre vino a ver a nuestro amigo porque tenía cáncer y pensaba que quizá no volvería a verlo. Así que no fue una decisión fácil. Han pasado tres años y estamos felizmente casados. Practicamos todos los días y la razón que lo llevó a Australia � el cáncer � ya no existe. 

No hay palabras que puedan expresar mi agradecimiento a este budismo y a las personas que me iniciaron en él. La práctica budista ha cambiado mi vida de verdad. He tenido mucha prueba real en lo material, pero lo que más atesoro son los beneficios invisibles que han determinado la manera en que me siento conmigo misma y la forma de ver mi trabajo, mi familia y mi pareja. El mundo ha cambiado totalmente porque ahora entiendo la Ley Mística de Causa y Efecto y la pongo en práctica cada uno de los días de mi vida. 

Ahora soy feliz porque sé que puedo cambiar mi vida y cambiar el mundo a través de mi propio cambio. 

Gracias Nam-mioho-rengue-kio 
Gracias Nichiren 
Gracias Meredith 

(Traducida y editada por Maria Serrano-López y Angie Caperos)


 To read this experience in English, go here.