El Regalo de mi Madre  

por Kort Jackson [Encargado de Distrito de la División Masculina, San José, California]  

Mi mamá pasó años sufriendo de una cosa u otra. Tuvo cáncer de mama, problemas en los oídos, artritis, cardiopatía, congestión pulmonar y osteoporosis. Además, la artritis hizo que tuvieran que reemplazarle las rodillas y tuvo que ir muchas veces a la unidad de cuidados intensivos por complicaciones en los pulmones y el corazón.  

Siempre llevaba consigo una caja entera de medicinas que debía tomar todos los día.  

Antes de que ingresara a la Soka Gakkai Internacional (SGI), mi madre iba y venía del hospital constantemente por trastornos cada vez más graves que la debilitaban más y más. Decía que caminar era como pisar con muñones sangrientos de tanto dolor que la artritis le producía en los tobillos. Yo estaba muy preocupado pero lo que más detestaba era verla sufrir tanto. ¡Cuanto deseaba poder erradicar todo ese sufrimiento, que se sanara y que fuera feliz! 

Al conocer el budismo de Nichiren Daishonin comencé a invocar Nam-Miojo-Rengue-Kio (daimoku) y a hablarle a mi familia de la práctica. Con el tiempo empecé a darme cuenta que los problemas de mamá parecían disminuir y eran menos severos. Además, no quedaba débil después de las menos frecuentes visitas al hospital. Esto me hacía sentir muy bien.  

Sin embargo, mi madre tenía un conflicto de fe y se debatía entre entonar daimoku o volver a su práctica cristiana de toda la vida. Quería hacer daimoku porque confiaba en mí, pero también creía en Jesús. Cada vez que iba al hospital papá me decía, "Ha estado haciendo sus oraciones cristianas un rato pero no entona el mantra". Con el tiempo se hizo evidente que cuando le rezaba a Jesús se enfermaba e ingresaba al hospital y cuando yo estaba a su lado y oraba con ella se recuperaba rápidamente. Este era un ciclo que se repetía una y otra vez.  

Después de una cirugía donde se le reemplazaron ambas rodillas, mi madre se esforzó por mejorar y estuvo bien hasta que finalmente surgió un verdadero problema y papá tuvo que llevarla al hospital otra vez. Tenia la cavidad toráxica llena de líquido y además le diagnosticaron 5 arterias obstruidas, 2 válvulas del corazón malas y presión en el corazón. No respondía a los medicamentos que supuestamente debían ayudarla a drenar el líquido y el médico le dio unas pocas horas de vida advirtiéndonos sin rodeos: "Nunca saldrá del hospital."  

Me fui corriendo a Sacramento para acompañarla (el hospital quedaba aproximadamente a 2 horas y media en coche de donde vivía). Cuándo llegué me encontré con papá y mi hermano Lance y nos pusimos los tres a entonar daimoku al lado de su cama. Se veía tan mal. Dormía con los ojos entre abiertos mirando hacia atrás de modo que la parte blanca quedaba al descubierto. Los pulmones gorgoteaban al respirar y estaba pálida por falta de sangre. Tenía líquido en los pulmones y no había remedio alguno. El médico pensaba que al final esto sería lo que terminaría con su vida.  

Todos estábamos muy consternados. Alternábamos la invocación del daimoku con el llanto pues era difícil aceptar que se nos fuera una persona tan maravillosa. Mi madre no merecía morir a los 61 años así que continuamos orando a su lado como mejor pudimos. Durante los próximos días pareció estabilizarse y el líquido en pulmones empezó a reducirse lentamente. A un punto pareció mejorar así que volví al trabajo un par de días. 

Durante mi visita sabatina y volvimos a entonar daimoku juntos. Sin embargo, no estaba satisfecho con su progreso pues mamá parecía estar en un limbo pues ni mejoraba ni se moría. ¡Tenia que hacer algo!  

El Domingo asistí a una actividad del Grupo Soka y me quedé a orar por la salud de mamá el resto del día.  

Por la mañana antes de comenzar a hacer daimoku pedí orientación para tener mas claro en que debía concentrarme mientras invocaba y me dijeron que no debía ser egoísta. Finalmente comprendí que no debía orar sólo por su recuperación si iba a continuar sufriendo y que mi madre podría alcanzar la felicidad en otra existencia.  

Lo primero que hice fue invocar por saber profundamente por lo que orar. Repasé la orientación y pensé en todo. Me di cuenta que tenía que rezar por su iluminación. De este modo, pasara lo que pasara, mi madre estaría feliz. El resto del día invoque al Gohonzon con todo mi ser. Me la imaginaba flotando sobre un loto dorado radiando una luz blanca y sonriendo con agradecimiento en sus ojos. Me imaginé su cara sonriente, sus ojos alegres y su cuerpo perfecto lleno de dicha en medio de un sol brillante. Todo el día estas imágenes vinieron a mi mente y el daimoku brotaba de mi boca sin darme cuenta. Mi mente estaba totalmente sumergida en su felicidad. Me fusioné con el universo y con su iluminación.  

Al final de la tarde sucedió algo excepcional. De repente, mientras cantaba, el cuarto se bañó en una luz dorada y los caracteres del Gohonzon parecían sobresalir como el fuego. Una idea penetrante ocupó mi mente: "No hay NADA mas que MYO-HO". El cuarto irradiaba con el brillo refulgente del sol al punto que tuve que pellizcarme la mejilla para ver si estaba en algún tipo de trance o si era verdad lo que estaba experimentando. Si, estaba despierto. Había escuchado que otras personas habían tenido este tipo de experiencia y pensé que era mi turno. No había nadie más conmigo, me sentía inmensamente feliz y lleno de paz. En ese momento supe lo que significaba estar completo. Seguí entonando daimoku y pensando en la iluminación de mi madre. A medida que el tiempo pasaba me sentía más y más feliz. Me maravilló el poder de mi fuerza vital y supe en ese momento que mamá estaría bien. De verdad que lo sentí.  

Al día siguiente cuando hablé con mi padre me dijo que el líquido en los pulmones de mamá había disminuido en un 50% y que había comenzado a disminuir al mismo tiempo que tuve mi experiencia excepcional. Al otro día los pulmones estaban bien y el Jueves, luego que le dieron de alta, ya pudo volver a casa.  

Pero aquí no terminaron los beneficios. Gracias a este incidente, mi madre consiguió ayuda suplementaria por discapacidad de la seguridad social, lo que significó dinero extra para las nuevas medicinas y la máquina de oxígeno que tenía que usar. Además, el dinero extra le permitió a papá no trabajar tanto y pasar más tiempo con ella.  

Luego nos dimos cuenta que la artritis de mamá había desaparecido y podía caminar por la casa relativamente cómoda; algo que no consiguió hacer durante más de 10 años. Estaba cómoda y feliz y pasaba mucho tiempo de calidad con el hombre que amaba.  

Mi alegría era tan grande, que les regalé un fin de semana en su hotel favorito para que celebraran su cuadragésimo aniversario de bodas. Ese año la familia en pleno se unió a ellos para pasar y celebrar juntos esta fecha tan señalada en este lugar tan especial. Esto fue algo muy significativo para mi. 

Al año y pico de mi experiencia, mi madre murió camino al hospital. Se había caído y la llevábamos para que le revisaran el brazo. En el coche comenzó a tener problemas respiratorios y mi padre y yo comenzamos a orar por su salud. Murió 5 minutos antes de llegar al hospital cogida de nuestras manos invocando daimoku y creo que allí mismo alcanzó la iluminación. Desde entonces siento a mi madre cerca de mi. 

Debido a esta experiencia se que NADA ES IMPOSIBLE con el Gohonzon. No hay nada más que Myo-Ho; eso quiere decir que si así lo decidimos estaremos en control de nuestras vidas. Esta vivencia está tan arraigada en lo mas profundo de mi mente que mi confianza perméa todo mi ser.  

Entendí que la adversidad fortalece nuestro carácter y lo hace mas poderoso y aprendí a tener valor en todo momento porque, gracias al Gohonzon, mi victoria esta asegurada. 

Siempre atesoraré el regalo más grande que me dio mi madre: Ella me enseñó a dar amor.  
 

(Traducida y editada por Maria A Serrano-López y Angie Caperos) 

 
 
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