Despejando
las Nubes de la Depresion
Experiencia
de Terri Johnson, ciudad de Nueva York
(Traducción
de Sandra Lasser, revisada y corregida con Celia Prades; original tomado
del “World Tribune” en Ingés, de fecha 9 de Febrero de 2001).
Terry
Johnson, basada en su práctica budista, le ganó a la depresión
crónica, con la terapia y los medicamentos.
Puedo
recordar estar deprimida y temerosa de la vida desde la edad de tres años.
A los trece me planteaba el suicidio y a los diecisiete lo intenté.
Aunque me sometí brevemente al tratamiento de psicoterapia, me ayudó
muy poco, aparte de confirmar que tenía un problema de depresión
crónica.
Sin
embargo el arte era el amor constante de mi vida. Me encantaba dibujar
y cuando estaba en tercer grado diseñé mi primer traje, estilo
Chanel. ¡Me sentía tan orgullosa de sus colores inusitados:
verde oliva con su arreglo azul turquesa!
Estudié
educación superior y obtuve un titulo en artes liberales, mención
diseño de modas. Lamentablemente, el mundo real asomó de
nuevo su horrible rostro y no pude obtener un trabajo en mi campo, aunque
me había graduado con honores. Mi primer trabajo fue como secretaria
en una tienda de ropa, en 1974.
Para
aquel entonces, me hablaron del Budismo de Nichiren Daishonin, me sentí
intrigada y decidí entonar Nam Miojo Rengue Kio para superar mi
depresión.
Durante
mi primera semana de práctica tuve muchos obstáculos, incluyendo
que perdí mi trabajo y contraje laringitis, pero con el ánimo
que me daban muchos miembros seguí, porque se me dijo que si yo
entonaba Daimoku definitivamente sería feliz. Desde el principio
aprendí que los obstáculos son fuente de crecimiento y que
deben retarse.
Mi
meta principal era vencer mi depresión subyacente y mis pensamientos
suicidas que todavía no se habían curado con la terapia.
Como causa para transformar mi enfermedad entonaba daimoku y participaba
en muchas actividades de la Soka Gakkai. Asumí responsabilidades
dentro de la organización, compartí este Budismo con otras
personas, bailé y cosí vestimentas para diversos festivales
de la SGI-USA. Muchas de estas cosas las hice en medio de la depresión,
luchando contra mis lágrimas y mi miedo de estar con la gente.
Había
otras épocas en las que no podía ni entonar Daimoku.
Viví largos períodos de aislamiento en los que durante un
mes, ni contestaba el teléfono, ni salía de la casa. En ese
entonces, recuerdo que me dijeron que si estaba demasiado deprimida para
hacer el Gonguio, que entonara daimoku una o dos veces y eso sería
una causa poderosa para mi felicidad. Aunque los días eran oscuros,
a la larga salía de la depresión, lo suficiente como para
regresar a trabajar.
En
1981, finalmente comencé a trabajar como diseñadora de modas,
lo cual era para la “Felicidad” para mí; pero mi vieja acompañante,
la depresión, me estaba consumiendo de nuevo y no podía manejarlo
sola.
Retomé
la terapia, y todo el tiempo entoné Daimoku para vencer a
esta depresión crónica. Pero mi vida se derrumbó totalmente
y terminé en el ala de psiquiatría de un hospital por un
mes. Recuerdo haberle preguntado a una amiga, también practicante
de este Budismo y en quién yo confiaba mucho: ¿Porqué
me está ocurriendo ésto a mí, si mi práctica
budista es tan fuerte? Ella me animó diciéndome que mi vida
tenía la fuerza suficiente para manejar este problema y erradicarlo.
Yo quería creerle, pero era difícil. Aún así,
me las arreglé para retornar al punto principal del porqué
había comenzado a practicar este Budismo: simplemente tenía
que superar mi depresión.
Cuando
me dieron de alta del hospital, me refirieron a una nueva siquiatra, para
tratamiento ambulatorio. La primera pregunta que le hice fue. “¿Porqué,
de todas las veces que luché contra la depresión este episodio
fué tan grave que tuve que terminar hospitalizada?”
Su
respuesta me sonó muy budista: “Porque nunca nadie encontró
la verdadera causa de tu enfermedad”.
En
ese momento, me di cuenta de que mi práctica budista nos había
juntado a mí y a esta nueva terapeuta. Sentí que ella sería
la facilitadora para ayudarme a recuperarme finalmente.
Poco
tiempo después me dieron de alta del hospital; perdí mi trabajo
de diseño y estuve muchos años trabajando como secretaria
temporal, aunque realmente odiaba a este tipo de trabajo. Esto me deprimió
más.
Mi
vida parecía un interminable ciclo de orar por trabajos de diseño
de ropa que no lograba obtener, con intermitentes hospitalizaciones. Muchos
médicos me dijeron que abandonara mi sueño de ser una diseñadora
ya que sólo había tenido un en mi campo. Pensaban que la
razón de mi depresión se debía a que yo apuntaba a
lo imposible. Hasta mis padres me decían que obtuviera un buen trabajo,
con un plan de retiro, puesto que las altas y bajas de la industria de
la ropa eran demasiado estresantes.
Me
repetía a mi misma: “El sentido de practicar este Budismo es lograr
lo imposible.”
Estuve
hospitalizada una y otra vez, diez en total, para ser exacta. Cada estancia
duraba menos. En las mañanas me levantaba temprano y me iba a uno
de los salones de estar para entonar Daimoku antes de que los otros pacientes
se levantaran. Mi ultima hospitalización duro cinco días.
Al salir, me juré a mi misma no tener que regresar jamás.
Eso fue hace más de quince años.
Cuando
no estaba hospitalizada continuaba haciendo actividades en la Soka Gakkai,
aunque la mayoría del tiempo sufría de un gran dolor interno.
Entonar Daimoku no era fácil. Lo que quería era quedarme
en casa, enrolladita como un ovillo pequeño, escondiéndome
del mundo. Uno de los recuerdos que atesoro es haber hecho la vestimenta
para un festival cultural en Texas. No pude asistir al festival porque
estaba hospitalizada nuevamente, pero recibí un regalo del Presidente
Ikeda por mis esfuerzos, Quedé impactada por su reconocimiento ya
que me valoraba muy poco a mi misma
A medida
que entonaba Daimoku por mis sentimientos, llegué a vivenciar
un punto decisivo: me di cuenta de que yo basaba la valoración de
mi misma en el tipo de trabajo que realizaba. Adoraba trabajar como diseñadora
de ropa, por lo tanto, los trabajos temporales eran para mí insoportables.
Mi reto era valorar mi vida, independientemente del trabajo que yo realizara.
Una
cita del Gosho de Nichiren Daishonin me ayudó a comprender el valor
de mi propia vida: “Mientras uno permanece engañado es llamado un
ser humano común, pero al iluminarse uno es llamado Buda. Esto es
similar a un espejo empañado, que al ser pulido, brillará
como una joya. Una mente, actualmente empañada por la “Ilusoriedad”
de la Oscuridad Innata de la Vida es como el espejo empañado, pero
al ser pulida, con toda seguridad se tornará como un espejo claro,
reflejando la Verdadera Entidad de todos los Fenómenos y el verdadero
aspecto de la realidad”. (The Writings of Nichiren Daishonin, pág.
4). Hice Daimoku para ver que soy un buda y seguí orando
para regresar a la industria como diseñadora de ropa.
A medida
que transcurría el tiempo, los médicos determinaron que mi
depresión se debía a un desequilibrio químico. Me
había sometido a diversos tratamientos de psicofármacos que
funcionaban sólo temporalmente.
Finalmente
se encontró la correcta combinación de medicamentos, por
lo que mi condición se estabilizó. Trabajé mucho con
mi terapeuta para cambiar mis pensamientos negativos y patrones de conducta
que había construido a lo largo de los años. Les daré
un ejemplo: aunque estuviese estabilizada, durante los períodos
de stress regresaba a los pensamientos suicidas, pero la terapia me ayudó
a retarlos.
Mi
terapeuta también me ayudó a percibir mi enfermedad y mi
práctica budista de un modo diferente. Yo pensaba que por ser practicante
de este Budismo mi meta debía ser la de curarme sin medicamentos;
que mi fe no era fuerte, a menos que yo superara la enfermedad sin éstos.
Así que entoné Daimoku para transformar la química
de mi cerebro.
Cada
vez que iba al médico preguntaba cuándo podría suspender
la medicación, pero a lo largo de los años, me di cuenta
que los medicamentos eran lo que yo requería para no desequilibrarme
químicamente y esto no me hacía una persona débil.
Una
noche, mientras entonaba Daimoku, me di cuenta que mi oración
con respecto a la química de mi cerebro había sido respondida.
Gracias al adelanto científico la medicación correcta para
equilibrar mi química cerebral me era accesible. Se me ocurrió
entonces que había estado esperando una respuesta basándome
en un enfoque limitado.
En
1985 conseguí nuevamente un trabajo para una línea de ropa
que se vende a nivel nacional. Aún cuando el trabajo carecía
de creatividad, era un punto de partida. Seguí esmerándome
por años con la determinación de poner en práctica
mis habilidades de diseñadora y de ser más creativa; también
comencé a trabajar como artista, es decir, pintora.
Hace
cuatro años y medio tuve un cambio y quedé a cargo de un
trabajo mejor: diseñar suéteres para una compañía
que produce una línea exclusiva que se vende a nivel nacional mediante
compras desde el hogar por televisión. También estoy en el
proceso de terminar los detalles de una línea de suéteres
con mi propia marca. Además de todo esto, mis pinturas han sido
expuestas y vendidas en galerías de arte, tanto en Nueva York, como
en Washington D.C.
La
alegría de mi trabajo no impide que yo no tenga problemas... Todavía,
algunos días, me deprimo. Puedo sentir que la depresión está
comenzando, de la misma manera en que se puede sentir que comienza una
gripe. La diferencia es que ahora sé como manejar mi condición
y sé que no va a durar para siempre. Me permito a mi misma deprimirme
durante 24 horas para tomar conciencia de ella, en vez de reprimirla. Luego
me voy frente al Gojonzon para entonarle Daimoku, lo cual me da
la sabiduría para saber si puedo retar yo sola a la depresión
con mi práctica, o si necesito el apoyo adicional del psiquiatra
y/o si necesito un ajuste de la medicación.
Desde
que comencé a practicar el Budismo de Nichiren Daishonin, hace veintiséis
años, el máximo beneficio que he obtenido es que cada día
me despierto feliz de ser yo misma y de estar viva. Sé que he superado
mi depresión crónica gracias a mi práctica de este
Budismo, sin ella, creo sinceramente que hoy no estaría viva.
Cuando
entono Daimoku, desbordo de agradecimiento y aprecio por el Gojonzon
y por mi vida. Quiero darle las gracias a todas las personas que me han
animado a lo largo de mi práctica y quiero expresar mi promesa de
crear el tipo de existencia que inspire a los demás a lograr sus
sueños imposibles.
(N.T.
Entonar repetidamente Nam Miojo Rengue Kyo se llama entonar Daimoku).
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