Contactando
Mi Verdadero Yo
Experiencia Ricardo
del Rio
Feliz Año
2000
Mi
nombre es Ricardo Del Río, y hasta hace pocos días atrás
un miembro más de las 450.000 personas que teníamos al Estado
Vargas como lugar de residencia.
Durante
los casi 4 años que estuve viviendo allí pude crear y compartir
hermosos lazos de compañerismo y amistad con los miembros de la
zona. Incluso la casa donde viví hasta hace 3 meses (antes de mudarme
hacia Tanaguarenas) sirvió para las reuniones de los miembros.
En
septiembre de este año me había mudado hacia un edificio
de playa donde sólo vivíamos 3 familias. Allí había
establecido mi hogar y oficina al mismo tiempo, ya que trabajo con mi computadora
en un negocio de Internet.
Nunca
imaginé, al igual que los 450.000 habitantes, que ese 15 de diciembre
cambiaría no sólo mi vida física sino también
mi corazón.
Yo
creo que cada uno de nosotros siempre ha tenido un área de su vida,
en la que nos ha sido arduo y difícil de avanzar, en la que avanzamos
lentamente, y en la que por momentos creemos equivocadamente que retrocedemos.
Hace años aprendí a reconocer con esta práctica que
en mi caso esa área era mi vida afectiva, los tesoros del corazón.
Como
todos sabemos no dejaba de llover en la Guaira desde hacía muchos
días. El 15 de diciembre no subí a Caracas para votar debido
a las lluvias, incluso Elio Montiel, Celina Regalado y yo hacíamos
esfuerzos telefónicos para convencer a una querida miembro de abandonar
su casa para evitar un accidente.
Siendo
las 11:45 pm, mientras escuchaba el noticiero, la luz y el teléfono
se cortaron repentinamente, pero yo creía que pronto todo estaría
normalizado. Decidí quedarme a dormir en el mueble para estar listo
a conectarme a Internet cuando regresara la luz. Siendo las 2 de la madrugada,
el conserje tocó con fuerza mi puerta para alertarme de sacar mi
carro del estacionamiento porque este se estaba llenando de agua. Logré
sacar mi carro hacia el estacionamiento de visitantes, y simultáneamente
empezó un pequeño temor porque las cosas estaban algo raras.
Intuyendo que las cosas estarían igual al amanecer, tomé
mi celular y desperté al Sr. Regalado para informarle lo sucedido
y pedirle que al amanecer avisara a mis padres, ya que no deseaba que se
preocuparan al no poder comunicarse conmigo.
Esa
madrugada empezó el infierno, la fuerza de la lluvia, la crecida
de las aguas hacia el edificio, unas familias que llegaron hasta nosotros
después de ver su casa arrastrada por el río, me lanzaron
hacia mi apto a entonar daimoku. Media hora después un joven de
19 años apareció desnudo en el área de la piscina,
todo golpeado y mal herido, ya que fue lanzado por el río junto
a su abuelo hacia el mar, cuando su casa en Cerro Grande cayó junto
a las otras. El abuelo desapareció.
En
ese momento, empezó dentro de mi un estado de alerta porque estaba
viendo que la vida estaba amenazada.
Las
24 horas siguientes transcurrieron entre cantar daimoku, salir a mi balcón
para observar el desarrollo de la crecida e ir con las otras familias hacia
el frente del edificio para animarnos, evaluar que pasaba y que daños
estaban dándose al edificio.
A
las 8 AM aproximadamente del día 16, una inmensa avalancha de lodo,
rocas enormes, carros partidos, personas, árboles gigantescos y
escombros empezó a desfilar delante de nuestro edificio y por la
parte trasera hacia la playa. Podía ver con asombro mientras cantaba
como loco, como todo era arrojado con una inmensa fuerza de unos 7 mts
de altura hacia el mar y frente a nuestra piscina, y como en el frente
del edificio eran derrumbadas las fachadas y algunas bases de edificios
vecinos. De los 3 vehículos que estaban estacionados, 2 fueron arrastrados
hacia la piscina y pude ver (sin inmutarme) como mi carro empezaba a hundirse
y era interceptado por unos troncos e impedir así que fuera arrojado
hacia lo que era la piscina.
Frente
a esa catástrofe lo único que yo podía hacer era sentarme
lo más calmado posible y entonar daimoku, para enfrentar el hecho
de que las bases del edificio podían ceder y arrastrarnos hacia
el mar.
Sentado
frente a mi Gojonzon, tomé una orientación del Daishonin
que dice:
"...Tome
la decisión de extraer el inmenso poder de su Fe e invoque Nam Miojo
Rengue Kio, con la oración de que su Fe sea firme y correcta en
el momento de su muerte. Jamás busque otra forma de heredar la Ley
Suprema de la Vida..."
Yo
cantaba para poder conectarme con la vida del Daishonin y con el Presidente
Ikeda. Mientras escuchaba el horrible ruido de los destrozos, yo oraba
preguntándome "Si yo fuera el PTE Ikeda, como entonaría Daimoku
en este momento"... Oraba y oraba...
Me
decía a mí mismo: si éste es el momento de mi muerte,
qué significa que mi fe sea correcta y firme? Me debatía
entre creer que poseo el estado de buda y generar la fuerza para transformar
mi destino y el de mis antepasados, o ser un simple mortal común
asustadizo que no tenía mas opción que morir en esa forma
tan horrible.
Recordé
el párrafo del Gosho de Nichiren Daishonin llamado "La Apertura
de los Ojos", que dice: "...Yo, Nichiren y mis discípulos, lograremos
naturalmente el estado de Buda, si no somos influenciados ni abrigamos
la más mínima duda por los obstáculos que se nos presenten.
No tienen que dudar de los beneficios del Budismo Verdadero, aunque no
tengan la protección de los dioses budistas ni lamentarse por tener
una vida tranquila en el presente. He enseñado a mis discípulos
acerca de esto, sin embargo se han alejado del Budismo Verdadero, pues
es costumbre de los tontos olvidar sus promesas en el momento preciso..."
Mi
preciso momento había llegado y en el esfuerzo de hacer un daimoku
que penetrara no sólo mi vida, sino la de todos los que estaban
en mi edificio y los aledaños, anhelaba estar hoy aquí con
ustedes celebrando el Año Nuevo. Surgió la imagen de mis
padres. Recordé que ya ellos habían pasado por la amarga
experiencia de perder 2 hijos, y que yo como Buda no podía causarles
ese sufrimiento, ya que tenía una misión que cumplir. Surgió
del fondo de mi vida una fuente inagotable y profunda de afecto filial,
un deseo tan intenso y calmo de abrazarlos, amarlos, que lo único
que deseaba era vivir para poder decirles y demostrarles a ellos y a muchos
más cuanto los amaba, cuanto significaban para mi. Recordé
la imagen de quienes han sido también unos padres para mí:
los esposos Regalado, los miembros,
El
lodo y los escombros terminaron de entrar con toda su fuerza, cubriendo
hasta 2 pisos del edificio. A partir de ese momento, me sentí responsable
no sólo de mi vida y felicidad, sino de las otras personas, me levanté
y convencí a los otros residentes que debíamos salir de allí
cuanto antes, ya que un grupo de gigantescos árboles amenazaba arrasar
con el edificio si volvía a llover. Intentamos al día siguiente
salir hacia la playa, pero el riesgo de morir hundido en el lodo era gigantesco.
Cantando para encontrar la mejor salida, vimos que mi carro era la única
opción. Nos ayudó a salvarnos la vida, ya que por quedarse
atrapado frente a las escaleras sirvió como única herramienta
donde poder saltar sin hundirnos en el lodo.
Después
de haber logrado salir con vida e ilesos de ese infierno, estoy viviendo
con mis padres, después de 15 años, y mi corazón salta
de alegría porque tuve la oportunidad no sólo de abrazarlos,
sino de terminar de arrancar del fondo de mi vida el miedo a amarlos genuinamente,
agradeciendo todo lo que ellos han sido y son. No puedo decir que he perdido.
Al contrario, he ganado mi propia identidad de saber quien soy, el valor
de mi vida, de la familia, del afecto, del aprecio sincero de ustedes.
Mi determinación es vivir sin restricciones como verdadero discípulo
de Ikeda.
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