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a Nacer:
Experiencia
de la Sra. Cecilia del Villar
Soy Cecilia del Villar, tengo tres
hijos, Pedro, Pablo y Gonzalo y cuatro hermosos nietos. Ante todo, quiero
dar las gracias infinitamente al Gojonzon, por tener el beneficio de contarles
mi experiencia y demostrarles con prueba real lo maravilloso que es practicar
el Budismo Ortodoxo de Nichiren Daishonin.
En el año 1987 mi destino era
morir. Así lo dijeron los médicos ya que desahuciada por
ellos me enviaron a mi casa, diciéndole a mis padres que no Ilegaría
a diciembre de ese año. Padecía entonces, un cáncer
generalizado a los huesos. En casa decaía cada día mas, estuve
casi un interminable ano en cama padeciendo dolores indescriptibles; los
brazos se me salían de los hombres, mis rodillas se hinchaban como
enormes pelotas de fútbol, los pies parecía que se me caían
a pedazos. No era capaz de moverme ni hacer nada por mí misma, para
todo dependía de los demás, principalmente de mi madre, quien
se sacrificó todo ese tiempo durmiendo en una colchoneta a los pies
de mi cama, para estar presta a acomodarme o masajearme los pies y las
piernas, ya que me daban calambres, principalmente en las noches que me
mataban de dolor. Solo tengo infinito agradecimiento para mi madre por
haber contado incondicionalmente con ella.
El cabello se me cayó, la piel
se me puso de un color gris y arrugada como una pasa, Ilegando a pesar
30 kilos. Como pueden imaginar era una calamidad, mis dolores eran tan
intensos que lo único que deseaba cada noche era amanecer muerta,
es decir, no amanecer, ya mi sufrimiento pasaba el Iímite de la
tolerancia. Mi hermana Gloria consiguió por escrito cómo
rezar el rosario, pues en ese tiempo éramos católicas. Todas
las noches me rezaban, pero yo seguía muriendo. Un día me
percaté por una conversación que escuché de mi hijo
menor Gonzalo, que para ese entonces tenía 9 años, que yo
le haría mucha falta, por lo que determiné en ese memento
no morir, diciendo: “no pienso morirme, viviré por Gonzalito”; ahora
tiene 22 años.
Mis hijos mayores, aun cuando eran
jóvenes de 20 y 28 años, también me necesitaban. Eran
estudiantes universitarios, hoy profesionales. Fue tan fuerte mi determinación
que se dieron las condiciones para conocer Nam Miojo Rengue Kio, a través
precisamente de mi hijo Gonzalo, ya que fue una secretaria de su colegio
quien me transmitió la ley, escribiéndola en un papel, y
diciéndome “repite esta frase y pide mejorarte,” La recibí
y sin preguntar nada ni qué significaba ni de donde era, me aboqué
a repetirla incesantemente. Para mí en ese momento era mi tabla
de salvación y la repetía todo el día, horas y horas,
lo más fuerte y vigoroso que podía. Mi enfermedad estaba
tan avanzada que ya incluso estaba sin medicamento, solo ingería
vitaminas y sales minerales porque comía muy poco.
Nunca deje de entonar Nam Miojo Rengue
Kio, aun a veces sintiéndome muy grave, peor de lo que yo estaba,
pues me habían enseñado que si ese sucedía tenía
que repetirla aun más. Así lo hice y al cabo de un tiempo
comencé a comer sola y a hacer mis necesidades sin ayuda y a caminar
lentamente. Empezaba, sin saberlo, a ver los resultados que estaba obteniendo
con la oración, es decir, estaba obteniendo el beneficio del Gojonzon.
Cuando logré hacer esto, sintiendo todavía muchos dolores
para sentarme o pararme, empecé a ir al Kaikan, para orar frente
al Gojonzon y agradecer infinitamente el poder estar allí. Comencé
a hacer la liturgia por mi cuenta con un gran espíritu y deseo de
aprender, pero hoy les puedo asegurar que no hay aprendizaje mas verídico
y auténtico que el que se experimenta con la propia vida, ya que
gracias a las horas que hice Daimoku con el objetivo concreto de volver
a desenvolverme como una persona normal y sana, al poco tiempo podía
no sólo hacer las cosas cotidianas, sino incluso manejar. Fue en
ese momento de mi mejoría, cuando grabe para siempre en mi vida
Nam Miojo Rengue Kio adquiriendo una fe férrea, una fe como el agua
a prueba de los ocho vientos. Creo y estoy convencida que con Nam Miojo
Rengue Kio lo imposible se hace posible, pues tengo la certeza que erradiqué
para siempre el cáncer de mi vida.
Después de esto, al parecer
como secuela del cáncer, quedé enferma de lupus, enfermedad
que precisamente atacó mis articulaciones de los hombros, codos
y rodillas, siendo estas últimas las más afectadas.
Cuando yo ya conocía la medicina
principal, y digo principal, porque en esta oportunidad si estaba tomando
medicamentos que me recetó el reumatólogo. Oraba firmemente
Nam Miojo Rengue kio con el objeto de ganar esta nueva batalla contra otra
enfermedad incurable, y por supuesto, por segunda vez erradiqué
de mi vida ese veneno que me aniquilaba, el veneno de la enfermedad. Quiero
decirles que todos estos beneficios no los he obtenido mágicamente,
han sido el resultado de horas y horas de práctica con una fuerte
fe y gran convicción en el Gojonzon.
En estos trece años de práctica
he tenido muchos beneficios conspicuos e inconspicuos, he enseñado
la oración a muchas personas, teniendo entre mis shakubukus a mi
hermana Mirna, que se cuenta entre sus miembros. Este año nuevamente
tuve otro gran beneficio relacionado con mi salud; el dos de mayo sufrí
un accidente en el que me fracturé totalmente el fémur de
mi pierna derecha, desprendiéndola justo sobre mi rodilla. Otra
vez a pagar karma, sufriendo dolores que de sólo recordarlos duelen
nuevamente. Estuve una hora bajo una fría Ilovizna esperando que
Ilegara la ambulancia. Luego fui trasladada de urgencia a un servicio asistencial
donde me hicieron un hueco con un taladro bajo la rodilla, metieron un
alambre para halar el fémur hacia abajo, impidiendo así que
se recogiera. El dolor era de tal magnitud que me produjo vómitos,
tercianas y me costaba respirar, pero aun así no dejé ni
un instante de entonar Nam Miojo Rengue Kio. Lo mismo hacían mis
hijos, toda mi familia, amigos de la Soka, mi hermana Mima y muchos de
ustedes, a quienes desde lo mas profundo de mi corazón les doy gracias
personalmente.
Me hospitalizaron de inmediato con
la orden de operar, pero tendría que esperar pabellón una
semana, lo que pondría a riesgo el conservar mi pierna. Ante esto,
yo solo quería una operación de urgencia y me puse a orar
firmemente pidiendo al Gojonzon se dieran las condiciones para que así
fuera y lo hiciera el mejor médico, un especialista en rodilla.
Oré con ese objetivo y con la firme determinación esta vez
como media hora, ya que en ese momento llegó mi hijo Pedro diciéndome:
“Mamita, venimos a buscarte porque un traumatólogo especialista
en rodillas te operará de urgencia en el Hospital de la Fuerza
Aérea.” El médico era amigo de mi hijo Pablo, ahí
estaba la respuesta a mi oración, extendiéndose el beneficio,
ya que me operó sin cobrar sus honorarios ni el de su equipo de
seis médicos, cancelándose solamente la estadía en
el hospital. De nuevo doy gracias al Gojonzon por haber salvado mi pierna,
pues las necesito para el Kosen-rufu.
Al cuarto día me dieron de
alta y el médico me dijo que más o menos en ocho meses estaría
recuperada. Yo le dije “no doctor, en dos meses estaré sana,” ya
que sabía que entonando Nam Miojo Rengue Kio lograría este
objetivo. El médico me dijo “si me esta desafiando venga en dos
meses para tomarle una radiografía para ver como sigue.” Cuando
al cabo de dos meses fui a visitarlo su asombro fue mayúsculo, pues
el hueso estaba totalmente soldado y sin osteoporosis. Para lograr este
nuevo objetivo entone Daimoku cuarto horas diarias durante los dos meses.
Quiero decides que en todo este tiempo he cumplido, o por lo menos he hecho
el esfuerzo para cumplir, con los tres pilares que son: fe, práctica
y estudio.
Desde 1982 esta el Gojonzon en mi
hogar y doy las infinitas gracias porque ha Ilegado a mi vida en esta era
de Mappo para cambiar mi destino.
Quiero terminar esta experiencia recordando
parte del Gosho que me ha inspirado siempre en mi lucha por la transformación
de mis karmas negativos y hacer revolución humana:
“Sufra lo que tenga que sufrir,
goce lo que tenga que gozar, el sufrimiento y la alegria son parte de la
vida, pase lo que pase, siempre entone Nam Miojo Rengue Kio.”
De los archivos de: Celia Prades
Digitalización y formateo
de textos: Luis del Alcázar
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