La Ruta Del Infierno  

Si hace un año alguien me hubiera dicho que después de trabajar los últimos veinte años como chef terminaría conduciendo un autobús escolar le habría respondido que estaba loco. 

Ser despedido de mi trabajo fue una de las experiencias más humillantes de mi vida. Cuando regresé a casa esa tarde, me senté delante del Gohonzon e invoque Nam-Miojo-Rengue-Kio (daimoku) durante horas. Al principio estaba enojado, luego, mi cólera fue dando paso a un sentimiento de compasión por los demás y terminé orando para no humillar a nadie jamás como me humillaron a mí.  
 
Al día siguiente vi en el periódico el anuncio de un curso de capacitación de conductores de autobús para el Distrito Escolar Unificado de Lodi. Un amigo de mi compañero de vida había hecho el curso meses atrás, así que ya lo conocíamos. Entonces no le di mayor importancia pero ahora que estaba desempleado pensé “Que demonios” y al día siguiente me inscribí. 

Mientras tanto seguía buscando trabajo.  

A la semana me llamaron para decirme que la primera semana de noviembre empezaban las clases. Al principio no estaba muy entusiasmado, iba a clase pensando que conducir un autobús escolar no era ningún reto. Pronto me di cuenta de lo equivocado que estaba.  

Para conducir un autobús escolar hay que tomar un curso de dos semanas, hacerse una prueba dactilar y aprobar un examen de Normas de Tráfico en el Departamento de Patrullaje de Carreteras del Estado de California (CHP). Además hay que hacer un examen de primeros auxilios, someterse a una inspección física y antes de recibir el permiso de conducir, se deben hacer cuatro pruebas más en el Departamento de Vehículos Automotores (DMV). Una vez cumplidos estos requisitos, tienes que esperar a que abran la convocatoria para hacer prácticas y, finalmente, hay que aprobar el último examen con un funcionario del CHP. El aspirante no recibe ninguna compensación económica y tiene que correr con todos los gastos. Afortunadamente yo tenía un poco de dinero ahorrado.  

Mientras hacía el curso, me hicieron una oferta de trabajo en el departamento de delicatesen de “Smart Foods”. Tuve que sentarme frente al Gohonzon y entonar daimoku para poder discernir claramente. Después de mucho orar entendí que el trabajo que me ofrecían estaba muy relacionado con el área de servicios alimentarios y realmente yo estaba buscando un cambio. Aun no sabiendo si aprobaría los exámenes decidí no aceptar el trabajo de “Smart Foods”.  

Aprobé todos los exámenes y comencé a conducir a finales de enero aunque no me pagaron si no hasta marzo. Los conductores escolares comienzan haciendo sustituciones hasta que se abre concurso para plazas permanentes. Como sustituto no tienes beneficios laborales, así que mi meta era conseguir contrato fijo lo antes posible.  

En marzo había un contrato fijo disponible pero no lo obtuve pese a haber orado por ello. Sin embargo no me desanimé porque sabía que había una buena razón para que las cosas se dieran de esa manera. 

En abril decidí desafiarme de verdad y empecé a levantarme a las 3:00 de la mañana en vez de a las 3:30 para aumentar mi daimoku matinal. Dos días después me asignaron la ruta 60 — "la ruta del infierno" como la llamaban los otros conductores. Recordé una orientación del presidente Ikeda en la que nos alienta a hacer el trabajo que otros no quieren y agradecí a mis supervisores por darme esa ruta. Los otros conductores pensaban que estaba loco.  

El día antes de empezar mi trabajo, el subencargado de la ruta tuvo tantos problemas que se vio obligado a estacionar y a sacar a los niños del autobús. 

Empecé a hacer la "Ruta del Infierno" con la determinación de disciplinar compasivamente a los niños, pasara lo que pasara, honrando siempre su naturaleza de buda. 

Al día siguiente suspendí a dos niños durante tres días porque se pelearon y llamé a sus padres.  

Al tercer día sorprendí a una muchacha golpeando a otra y llamé a su representante para decirle que recibiría una citación. Al día siguiente la madre se presentó para firmarla y mientras esperaba me observo lidiar con los niños. Quedó tan impresionada que llamó a mi jefe para felicitarme.  

Surgió otra plaza vacante y la solicité. Para obtener el contrato hay que comparecer ante un panel de dos supervisores, el jefe de transporte y un representante sindical. La prueba consiste en responder una serie de preguntas que puntúan según tus respuestas. Gana el puesto la persona que recibe mayor puntaje. 

En esta oportunidad nos presentamos cuatro personas a la oposición. El día después de la entrevista escuche el rumor de que otro aspirante y yo habíamos obtenido el primer puesto. 

Ese día tenía un descanso largo entre rutas así que me fui a casa a entonar dos horas de daimoku. Al comienzo sólo pensaba en cuanto deseaba ese puesto pero a medida que pasaba el tiempo comencé a pensar en la otra persona y cuanto debía estar deseando lo mismo que yo; así que empecé a entonar para que, de una manera u otra, nos contrataran a ambos, pese a que jamás antes habían contratado a dos personas a la vez.  

Unos días después y, para mi asombro, anunciaron que iban a firmarse tres contratos en vez de uno. No podía creerlo. Eso jamás había sucedido. Por si fuera poco, cada aspirante obtuvo la ruta que deseaba. A mi me asignaron la ruta 60, la "Ruta del Infierno" que tenia la ventaja de ser un contrato de ocho horas. Generalmente, los principiantes no comienzan con rutas de ocho horas; tiene que escalar posiciones empezando con rutas de cinco o seis horas. Sin embargo, como la ruta 60 nadie la quería, salió a concurso y al obtenerla yo tuve derecho a beneficios laborales completos.  

Lo que hago ahora me hace muy feliz, gano más dinero y tengo menos estrés. Además estoy aprendiendo a apreciar más a los niños, nuestro futuro. Amo mi nuevo empleo y voy al trabajo con ilusión todos y cada uno de los días. La "Ruta del Infierno" se ha convertido en la "Ruta del Buda."  

Michael Collum, Stockton, California  

(Traducción y edición de Maria Serrano-Lopez y Angie Caperos)  
 
 
 
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